Rabos de lagartija (Juan Marsé)

30 de agosto de 2021   |   por Pedro A. Vega

Rara avis con un narrador en el vientre de su madre, relatando una historia contada por su hermano mayor en un futuro posterior al tiempo en que se desarrollan los hechos. ¡No!, no es novela infantil o juvenil. Es dura, mucho, la evidencia de los hechos objetivos así lo atestigua.

Asistimos a un repertorio de personajes singulares en la Barcelona diezmada de 1945. El padre del narrador, que ha sido muchas cosas y ahora es un prófugo. David, la voz del hermano mayor, de edad indefinible pero adolescente, verdadero protagonista. El mejor amigo de este, Paulino, precisamente el amigo que ninguno quisiéramos tener. La madre, adorable, pelirroja y embarazada del narrador. Fuma y lee, vende ropita de muñecas para sobrevivir y de vez en cuando se desmaya. El inspector de policía que, consciente o no, se ha enamorado de la pelirroja. El hermano mayor de todos al que cayó un edificio en un bombardeo y lo mató. Y muchos otros, por haber hay legionarios grillados y un piloto aliado derribado varias veces. También hay un perro viejo, Chispa, antes Niebla, muy majo pero está para paliativos.

Juan Marsé elige Guinardó como escenario de la novela. Es el arrabal barcelonés donde se crió con polvo de posguerra y café espurio de achicoria. Los perdedores pierden siempre, con testarudez, es un axioma universal. El padre libertario no solo es un prófugo sino que ha abandonado su familia a su suerte. David mariconea con su mejor amigo Paulino, al que su tío revienta con periódica asiduidad y David conmina a que le corte el gaznate. La pelirroja, pobre y enferma, es una heroína de la supervivencia, al menos en la memoria prestada del narrador. El inspector no es un ser dulce aunque flaquea por amor.

Les regalo esta joya de frase: “¡Una mujer fumando en la vía pública!, gruñe con mirada severa un transeúnte, y el inspector le indica con la mano que se calme y circule, usted, circule. “

Como dato histórico les consigno que esta novela obtuvo el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Narrativa.

En Rabos de lagartija hay fantasía y náusea, ambas a raudales. Digiérase con moderación.

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